Muchas veces, nosotros nos preguntamos por qué es tan difícil para el mundo adulto comprender a los adolescentes que, por cierto, experimentan muchos cambios durante esa etapa tan rica de su vida. Donde aprendemos e inquirimos costumbres y hábitos y se terminan de asentar los valores que nos acompañarán toda nuestra vida. Sin embargo, nos ven de forma rara, fruncen el ceño; y quizás piensen lo descabellado que somos.
Por otra parte, es verdad que este mundo en el que vivimos evoluciona y muchos jóvenes pierden el rumbo, algunos hasta piensan que nada sirve, que todo es en vano. Inclusive la educación. Desafortunadamente algunos, ven erróneamente que las drogas, el alcohol, la violencia, el desbande, el descontrol, y la falta de respeto son cosas comunes para nuestros tiempos .Se familiarizan con ellas. Peor aún, se amigan con ellas.
Así como hay otros tantos, que, sin bajar las manos sostienen la esperanza y ven lo positivo en cada una de sus acciones...de sus logros…Y en última instancia, de sus obligaciones.
Todos los jóvenes quieren sentirse identificados ya sea, a través de la música, de cantantes, de su grupo de amigos, etc.; buscando con esto construir su “identidad”.
Esto se relaciona con el fenómeno re-actualizado de las tribus urbanas. ¿Y por qué hablamos de re-actualizado? Si bien parece que es un nuevo invento del mundo en el que vivimos, siempre han existido jóvenes asociados a ciertos tipos de movimientos sociales; emos, darks, floggers, rollingas, cumbieros, etc son algunos de ellos.
Para los observadores-los que están fuera del grupo-hay un rasgo siempre característico: “parecen todos iguales”. Esto se debe a que las tribus son endogámicas, esto quiere decir, que tienen una actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo. Ésas se caracterizan por un gusto, por un “disfraz”, por ciertas pautas de consumo y por la creación de propias terminologías y mensajes. En este sentido, el lenguaje de la cultura juvenil, también intenta construir un universo singular que distancie a los jóvenes del “otro/adulto”; por tal razón buscan comprenderse entre ellos mismos dejando de lado criterios lingüísticos.
En este refugio que los adolescentes buscan en las tribus sería importante que adultos se interesen y construyan espacios de diálogo, donde se pueda encontrar la contención de cada familia dejando de lado categorizaciones y descalificaciones.
Me parece interesante aludir a la canción “Ya no sé qué hacer conmigo”, del Cuarteto de Nos; que habrán escuchado al abrir este blog y terminar concluyendo el tema con una cita textual de un autor que nos invita a reflexionar un poco de qué nos pasa a nosotros los jóvenes:
“A lo largo de nuestra adolescencia o de nuestra juventud nos encontramos-no una sino muchas veces- frente a cambios radicales en nuestra forma de pensar, actuar; de hacer o dejar de hacer. Hemos transitado y transitamos aún esa búsqueda que es inherente a nuestra condición. Se trata de una inevitable pero necesaria y profunda transformación, camino a encontrar “mi lugar”…configurando así “mi identidad”.
Reconozco que muchas veces esas búsquedas transitan entre opuestos; blancos y negros absolutos; sensaciones, emociones, novedades, modas. Entre huir o asumir y afrontar. De rígidos mandatos a la completa rebeldía. Del encanto al desencanto. Del estar “tranqui” o “hasta las manos”…
En ese transitar, suelen aparecer voces que condenan: ”vos no cambiás más”, a modo de condicionamiento, irreversible encasillado y etiquetado, cuando en realidad son dos las palabras que más necesitamos a través de nuestras opciones y crisis: “Te acompaño”.
Creo que toda esa tensión, esa lucha interior y esta sensación de continua insatisfacción, no son sino el paso previo al descubrimiento de que “mi lugar” se halla, en realidad, en una zona de equilibrio. Es ahí donde hoy yo elijo habitar, y desde donde puedo finalmente saber qué hacer conmigo…”
Reconozco que muchas veces esas búsquedas transitan entre opuestos; blancos y negros absolutos; sensaciones, emociones, novedades, modas. Entre huir o asumir y afrontar. De rígidos mandatos a la completa rebeldía. Del encanto al desencanto. Del estar “tranqui” o “hasta las manos”…
En ese transitar, suelen aparecer voces que condenan: ”vos no cambiás más”, a modo de condicionamiento, irreversible encasillado y etiquetado, cuando en realidad son dos las palabras que más necesitamos a través de nuestras opciones y crisis: “Te acompaño”.
Creo que toda esa tensión, esa lucha interior y esta sensación de continua insatisfacción, no son sino el paso previo al descubrimiento de que “mi lugar” se halla, en realidad, en una zona de equilibrio. Es ahí donde hoy yo elijo habitar, y desde donde puedo finalmente saber qué hacer conmigo…”
Por Juan Martín Opacak; Boletín Salesiano, Octubre 2008.
--Andre.--
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